Concurso de acreedores

En tiempos como los que vivimos, con un negro horizonte de empresas presentando concursos de acreedores en los próximos meses, nuestro país debería tomar conciencia de que el concurso de acreedores es un instrumento no sólo poco utilizado sino, además, mal usado.

Nuestra economía, nuestras empresas y nuestros políticos se deberían tomar muy en serio lo que se nos viene encima con números concursos presentados a destiempo y en Juzgados saturados e inoperantes.

Aunque el Gobierno haya modificado la Ley Concursal, ampliando el plazo para solicitar el concurso voluntario hasta el 31 de diciembre de 2020,  y aunque el empresario que se encuentre en estado de insolvencia no tenga obligación de presentar concurso hasta el 31/12/20, la realidad es que no es conveniente dejar de acogerse al concurso o al preconcurso  y que esa ampliación del plazo puede convertirse en un error irreparable.

Esta medida dilatoria, de retraso de la obligación legal de instar el concurso, sólo servirá para demorar aún más las decisiones del empresario y no casa con lo que nuestro país necesita si no va acompañado de otras medidas económicas y de un cambio de concepto sobre la figura del concurso.

La medida puede traducirse en un retraso en la toma de decisiones que, lejos de ayudar a superar la situación,  va a ser un retardante, no inocuo, de la ejecución  por parte de las empresas de las debidas actuaciones.

De hecho, esta medida es un parche. Lo verdaderamente determinante ha sido, es y será usar el instituto del concurso de acreedores adecuadamente, en tiempo y en forma.

Y para ello, hay que abordar un cambio de mentalidad, de nuestra sociedad en general y de nuestros empresarios en particular.

El concepto y la dea del “concurso de acreedores” acostumbra a generar temor o desconfianza cuando lo escuchamos y esto no debería ser así.

El Concurso de Acreedores no debe ser concebido como algo perjudicial ya que no sólo no es así, sino que además se nos presenta como una solución y una necesidad legal a las situaciones de insolvencia de nuestras compañías.

La Ley Concursal tiene entre sus objetivos la satisfacción de los acreedores de la empresa, no a cualquier precio, y también busca que la empresa sobreviva y siga en funcionamiento.

Para lograr todo esto, es muy importante que el concurso sea declarado en el momento adecuado; el que muchos de los procedimientos no salgan adelante es debido a que las compañías solicitaron tardíamente el concurso; concretamente, el 95% de los concursos que acaban en liquidación son consecuencia de esta solicitud tardía.

Hay que tener claro que la legislación no castiga que los negocios “no vayan bien”, sino el hecho de no adoptar las medidas necesarias cuando el empresario sabe que la situación es mala.

La normativa nos ofrece una “segunda oportunidad” para volver a poner en orden la situación de nuestra empresa, entonces ¿por qué en España se desprecia esta oportunidad que la ley nos brinda?

En otros países europeos como Francia o Alemania con una red empresarial, consolidada y muy amplia y de las más potentes a nivel europeo, el concurso es una situación asimilada por los empresarios con normalidad.

Aquí en España, sin embargo, causa estupor afrontar una situación de concurso, situación que deberíamos entender como lógica y normal y necesaria en muchos casos.

Aquí, el concurso de acreedores se ve como un fracaso, en lugar de verse como lo que realmente debería ser: “una segunda oportunidad”, no sólo para el deudor sino también para los acreedores.

Actuar de manera diligente es ponerse a tiempo en manos de expertos.

Cuando veamos que la empresa peligra, es el momento de contactar con profesionales e integrarlos en nuestro centro de decisiones.

Para abordar las crisis empresariales, el empresario debe apoyarse en expertos y debe hacerlo a tiempo. Cualquier profesional siempre recomendará asesorarse adecuadamente antes de que el problema no tenga solución.

Afrontar este tipo de cuestiones en solitario, sin contar con especialistas, es muy complicado, casi imposible; confiar en un equipo profesional multidisciplinar y especializado, acostumbrado a lidiar con cuestiones de este orden de manera diaria, no es sino poner en valor nuestro negocio y poner los medios para la subsistencia de la empresa.

En conclusión, no debemos tener miedo a solicitar un concurso si la decisión responde a un análisis de expertos y a una decisión adoptada a tiempo.

El empresario, cuando vea las orejas al lobo, no debe mirar para otro sitio, puesto que estará empeorando su situación. Aquel que se rodee de un comité de crisis tiene muchas posibilidades de sacar adelante su negocio.

No tome decisiones en soledad, prepare un escenario de concurso de acreedores para tener flexibilidad y ganar tiempo congelando pagos y buscando alternativas. Sorprenda a sus proveedores y a sus acreedores con información y planificación.

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